
La
estadunidense Sylvia Longmire, fundadora de una consultora
especializada en el análisis de la violencia delincuencial en México, lo
dice de manera tajante: el presidente Enrique Peña Nieto “no puede
cambiar mucho la estrategia contra el narcotráfico seguida por
Calderón”.
Su razonamiento es el siguiente:
el priista tendrá que definir la participación de los militares, pero
no se puede permitir cambiar la estrategia. De hacerlo, corre el riesgo
de enemistarse con su vecino Obama. Lo paradójico, insiste, es que esta
estrategia pasa por mantener en libertad al Chapo Guzmán, el menos
violento de los capos de la droga.
Joaquín El Chapo Guzmán se perfila para ser el gran aliado del
presidente Enrique Peña Nieto. La capacidad del jefe del Cártel de
Sinaloa para estabilizar el negocio de las drogas ilegales en México
puede ayudar al nuevo presidente en su prisa por reducir la violencia
heredada del gobierno de Felipe Calderón.
Pragmática, esa solución no significa que Peña Nieto se siente a
negociar con el narcotraficante “más buscado del mundo”, sino que
agudice el debilitamiento de Los Zetas, el principal enemigo del Cártel
de Sinaloa y una de las organizaciones más violentas de México, asegura
Sylvia Longmire, oficial en retiro y exagente de investigaciones
especiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Fundadora de Longmire Consulting, dedicada al seguimiento de la
“guerra de la droga en México”, la firma considera al Chapo Guzmán como
un potencial aliado de facto de Peña Nieto por su “orientación
empresarial, menos proclive a la violencia irracional”.
El afamado líder de la “Federación Sinaloense”, como también se
conoce al Cártel de Sinaloa, se formó en la clase de narcotraficantes
“racionales” que durante años mantuvieron el negocio de las drogas
ilegales en México sin desbordar la violencia. La consultora refiere a
Pablo Acosta, jefe del narcotráfico en los años setenta en Chihuahua, y a
Miguel Ángel Félix Gallardo, de cuya organización se desprendieron a
finales de los ochenta los cárteles de Tijuana y de Sinaloa.
“El Chapo es un pensante racional. Pertenece a la clase de
narcotraficantes que han visto el negocio como una empresa”, dice
Longmire, quien fue capitán y agente especial en la Oficina de
Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, donde
se dedicó a contrainteligencia, contraespionaje y análisis en
protección.
Retirada en 2005 de la milicia después de ocho años de servicio,
trabajó durante cuatro años como principal analista del Centro de
Evaluación de Amenazas Terroristas del estado de California, encargada
de reportar a los altos niveles de gobierno sobre la violencia en la
frontera con México.
Aunque su experiencia pasa por el análisis de la delincuencia
organizada en América Latina, ahora se dedica a la consultoría
concentrada en la violencia de la delincuencia organizada en México y
sus posibles efectos en Estados Unidos. El título de su primer libro lo
refleja: Cartel: The Coming Invasion of Mexico´s Drug Wars (Cártel: la
invasión que viene de las guerras a las drogas en México), publicado el
año pasado en Estados Unidos y que se editará en español en 2013.
Como muchos analistas y exanalistas militares de Estados Unidos,
Longmire considera a los cárteles mexicanos de la droga como una amenaza
para la seguridad estadunidense, más allá incluso de la frontera con
México.
Conocedora de la dinámica de los cárteles mexicanos de la droga, ve
al Chapo Guzmán Loera como factor de estabilidad para el gobierno de
Peña Nieto en el propósito del nuevo gobierno de bajar la violencia
exacerbada por el control de la delincuencia organizada en México.
Prófugo desde 2001, al inicio del gobierno de Vicente Fox, cuando se
fugó del penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, ha
escapado de varios operativos encomendados al Ejército para detenerlo.
Incluso, el Pentágono concibió un operativo quirúrgico, a solicitud
de Calderón. Pero las Fuerzas Armadas mexicanas se opusieron porque la
operación parecida a la cacería del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden,
estaría a cargo de un comando de la fuerza especial Seal (acrónimo
inglés de las palabras mar, aire y tierra), sin intervención de
militares mexicanos más que para recibirlo (Proceso 1867).
Su detención ahora sería contraproducente porque dejaría en manos de
grupos más violentos el control del narcotráfico, dice Longmire en
entrevista telefónica realizada el martes 27 de noviembre a propósito
del artículo que publicó el 31 de octubre pasado en smallwarsjournal.com
titulado Por qué el arresto del Chapo podría ser una mala cosa.
Un capo “racional”
Para la analista estadunidense, Guzmán Loera es un delincuente de la
vieja escuela que tiene al narcotráfico como negocio. Incluido por tres
años consecutivos en la lista Forbes de los millonarios del mundo, “está
alejado de la violencia irracional de Los Zetas”, el principal grupo
que le disputa el control del narcotráfico en México al Cártel de
Sinaloa.
Como en su momento ocurrió con Benjamín Arellano Félix, cuando era
jefe del Cártel de Tijuana, El Chapo tiene una mentalidad empresarial.
Entendió que la violencia es muy mala para el negocio. Lo mismo que
Fernando Sánchez Arellano, El Ingeniero, a quien se le identifica como
el actual jefe de esa organización delictiva.
No era el caso de Ramón Arellano Félix, el más violento del cártel
hasta que fue asesinado en 2002 durante una balacera en Mazatlán.
Benjamín fue detenido ese mismo año en Puebla, durante el gobierno de
Fox, y ahora está procesado en Estados Unidos.
Egresada de la Universidad del sur de Florida en estudios de América
Latina y el Caribe, lo que le permitió trabajar en la sección de América
Latina de la oficina de investigaciones especiales de la Fuerza Aérea
de Estados Unidos, Longmire refiere la propia experiencia estadunidense
para colocar la “forma tradicional del negocio” de la droga en México
por encima de un control violento de ese mercado ilegal:
En Estados Unidos la violencia de la delincuencia organizada es
mínima porque los líderes de los grupos delictivos son más racionales y
no son como aquellos de los años veinte del siglo XX en Chicago o Nueva
York que se disputaron violentamente el control del negocio del alcohol
cuando fue prohibida su venta legal.
Contundente, asevera que si Guzmán Loera desaparece ahora del
panorama del narco en México no sería la mejor noticia para el gobierno
de Peña Nieto: “Si El Chapo queda fuera de la foto, se pierde el hombre
más racional en el negocio de las drogas, como ocurrió en su momento con
Félix Gallardo”. Lo mismo dice del otro jefe del Cártel de Sinaloa,
Ismael El Mayo Zambada.
Ante el hecho de que la Federación Sinaloense también ha extremado la
violencia para establecerse en diferentes partes del país, señala: “Mi
preocupación son la motivación y las víctimas. Es cierto que también
comete asesinatos, corrompe e infiltra las instituciones para mantenerse
en el negocio, pero se conduce de una manera más civilizada. Los Zetas
no tienen ese enfoque”.
Cita el caso del incendio del casino Royale en Monterrey, por parte
de éstos en agosto de 2011, en el que murieron 52 personas. Dice de la
organización de origen militar surgido como brazo armado del Cártel del
Golfo: extorsionan, secuestran, están implicados en cosas terribles.
Conferencista sobre América Latina en el curso de Dinámicas del
terrorismo internacional en la Escuela de Operaciones Especiales de la
Fuerza Aérea, la militar en retiro menciona que en su lógica de
negocios, el Cártel de Sinaloa está organizado como una corporación,
mientras que Los Zetas están más centralizados, en la misma concepción
de cabecillas que utilizó Calderón en su “guerra al narcotráfico”.
La Federación de Sinaloa opera como una enorme corporación, lo que la
convierte en una suerte de organización sombrilla para cárteles más
pequeños, en la que la presencia del Chapo es más simbólica que la que
tuvo El Lazca para Los Zetas. Su sucesor, Miguel Ángel Treviño Morales,
El Z 40, tampoco podrá tener ese alcance, sobre todo ya con la
organización dividida, anota.
Encargada en el Pentágono de analizar los temas que podrían afectar
la seguridad del personal de la Fuerza Aérea desplegado por el Comando
Sur de Estados Unidos -que abarca Centroamérica, el Caribe y
Sudamérica-, Longmire sostiene que el reto más grande para Peña Nieto en
materia de seguridad son Los Zetas.
Señala: Es un grupo poderoso, con presencia en gran parte del país,
incluso en Sinaloa. Ha crecido a partir de su separación del Cártel del
Golfo en 2010. No está organizado de manera jerárquica, como los grupos
tradicionales del narcotráfico, y opera en una suerte de franquicias con
células que tienen un alto grado de autonomía para extorsionar,
secuestrar o asesinar, no sólo a sus enemigos, sino a inocentes, como
ocurrió con la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas.
El escenario real
Si las autoridades mexicanas detienen al Chapo, Los Zetas irían por
los territorios del Cártel de Sinaloa, con todo y la violencia que los
caracteriza, abunda Longmire, quien se presenta a sí misma como
consultora y analista con ocho años de experiencia militar en
cumplimiento de la ley, seis de experiencia analítica en América Latina y
más de cuatro de seguimiento de los grupos mexicanos de delincuencia
organizada transnacional y de la violencia en la frontera entre México y
Estados Unidos.
Menciona que organizaciones como el Cártel Jalisco Nueva Generación y
Los Caballeros Templarios han surgido para sobrevivir como grupos
pequeños, pero que Los Zetas tienen que desaparecer para disminuir de
manera sostenida la violencia en México.
Contraria a la idea generalizada de que Calderón evitó meterse con el
Cártel de Sinaloa, refiere el asesinato de Ignacio Nacho Coronel en
julio de 2010 por parte del Ejército, y la detención del Vicentillo,
hijo del Mayo Zambada, en marzo de 2009, también por elementos de la
Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Duda de los alegatos de la defensa de Vicente Zambada Niebla, ante
una Corte federal en Chicago, sobre supuestos arreglos con el gobierno
de Estados Unidos para operar en el tráfico de drogas hacia ese país.
Dice que a diferencia de otras organizaciones, incluido el Cártel de
Juárez, la Federación Sinaloense es más difícil de desestructurar debido
a su organización, que controla mucho territorio y mucha gente. Incluso
la considera como un factor para estabilizar Tamaulipas, donde se
encuentran los bastiones más importantes de Los Zetas.
En momentos en que Peña Nieto se encontraba en Washington con el
presidente Barack Obama y la secretaria de Seguridad Interna de Estados
Unidos, Janet Napolitano, Longmire dijo que el nuevo presidente de
México “no puede cambiar mucho” la estrategia contra el narcotráfico
seguida por Calderón.
“Su prioridad es reducir la violencia, pero no se puede permitir
cambiar mucho. La Iniciativa Mérida, si bien no representa mucho dinero
para México, ha definido la estrategia. Si pretende cambiar, entrará en
conflicto con el gobierno de Estados Unidos.
“Es lógico que haga algunos cambios, sobre todo para bajar la
violencia, pero tiene que ser honesto con los cambios que quiere hacer.
Hasta ahora sólo se sabe que quiere a la Policía Federal dentro la
Secretaría de Gobernación, pero nada ha precisado sobre la idea de crear
una Gendarmería Nacional. No se sabe nada en concreto de lo que quiere
hacer.”
Entre los posibles cambios en el nuevo gobierno menciona el retorno
de los militares a sus cuarteles. “Es insostenible. No están preparados
para eso. La muestra son los abusos en derechos humanos”. De acuerdo con
la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, hubo cerca de 9 mil
quejas contra el Ejército y la Marina Armada de México durante el
sexenio de Calderón, aunque en proporción la segunda tuvo un mayor
número de recomendaciones (Proceso 1882).
Asegura que fue el propio Calderón, quien solicitó una mayor
presencia estadunidense en México para enfrentar el narcotráfico. Pidió
el sobrevuelos de aviones no tripulados (drones) sobre el cielo mexicano
y la asistencia de agencias estadunidenses para tener más capacidad de
acción. Refirió el operativo en el que la Marina Armada de México
ejecutó a Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de jefes o El Barbas, en
Cuernavaca, Morelos, en diciembre de 2009.
La oficial en retiro de la Fuerza Aérea de Estados Unidos dice que
para el gobierno de su país la Marina Armada de México “fue más
confiable” que el Ejército. “Tal vez están mejor entrenados, mejor
pagados o son menos corruptos. O tal vez una combinación de eso hizo que
el gobierno y las agencias estadunidenses estuvieran más dispuestas a
trabajar con ellos que con el Ejército”.
Peña Nieto tendrá que definir la participación de los militares, pero
lo que no se puede permitir es cambiar la estrategia, que pasa, dice,
por mantener en libertad al Chapo Guzmán: “Es irónico, pero el gobierno
mexicano en el corto plazo tiene muy pocas opciones para reducir la
violencia y una de ellas es que El Chapo siga como un hombre libre”.