viernes, 16 de julio de 2010

APOYENLOS! APOYENLOS! APOYENLOS!


“Apóyenlos, apóyenlos”, era el grito de desesperación que se escuchaba en medio del caos, en el escenario resultante del narcoterrorismo.

Los agentes federales clamaban por ayuda a los elementos del grupo de rescatistas, quienes se resguardaron en un domicilio tras la explosión del coche-bomba.

Los seis socorristas habían llegado al lugar de los hechos para atender a un policía municipal que inicialmente había sido reportado como víctima de un ataque, pero también ellos resultaron lesionados por el estallido.

Incluso uno de sus compañeros murió por la detonación.

Por ello tomaron la decisión de ingresar a una casa ante el temor de que los sicarios regresaran para finiquitar su trabajo. Y allí se atendían unos a otros de las heridas ocasionadas por la explosión.

Los federales, que sabían de la presencia de los paramédicos, gritaban “salgan, apóyenlos, apóyenlos”, pero no encontraban respuesta. Los socorristas también eran víctimas.

En medio del desbarajuste, una patrulla de la Cipol tuvo que llegar para sacar de la escena bombardeada a sus colegas, e incluso a un periodista televisivo que minutos antes pedía el apoyo a sus compañeros de profesión.

Los heridos fueron subidos a la camioneta para ser trasladados a centros de atención médica en condición delicada.

Unos segundos antes, a unos metros “Fernando” estaba a punto de tomar el auricular del teléfono público ubicado en la esquina nororiente del cruce de 16 de Septiembre y Colombia cuando de pronto lo cimbró una explosión.

“Escuché una detonación muy fuerte y de inmediato me di la vuelta, y antes de empezar a correr, sentí una ola de calor en mi espalda. Ya cuando iba corriendo sentía como que el cielo se estaba cayendo a pedazos, caían fierros, trozos de concreto, entre otras cosas”, recordó.

Luego narró que minutos antes se encontraba junto con su esposa e hija, una bebé como de un año de edad, en el interior de la bodega de Andrea, una distribuidora de calzado por catálogo ubicada en la calle Bolivia, a media cuadra de la 16 de Septiembre, cuando escucharon varias detonaciones de arma de fuego.

“Poco tiempo después de que oí los disparos, salí a ver qué había pasado y me di cuenta de que habían matado a alguien ahí en la esquina, junto a las oficinas donde se saca la licencia. Ya habían llegado los policías y los de las ambulancias. Me acerqué al teléfono que está ahí en la esquina para hacer una llamada y no alcancé a agarrar el aparato cuando se oyó la explosión, ¡se oyó muy fuerte!”, se estremece el entrevistado.

El estruendo causó terror entre los vecinos y locatarios de los negocios ubicados en la zona, quienes salieron de sus casas o locales para ver qué había ocurrido.

“Primero escuchamos como un estruendo muy fuerte y luego se escucharon como balazos, cuando nos asomamos por la ventana se alcanzaba a ver mucho humo, y hasta que ya no se escuchaba nada salimos a ver qué pasó”, manifestó uno de los vecinos que todavía se mostraba temeroso por lo ocurrido.

“Al principio pensé que había explotado una pipa de gas, me dio miedo, porque el ruido se escuchó hasta la (calle) Reforma, de allá vengo, iba a visitar a mi mamá y me topé con esto”, dijo consternada una mujer que observaba detrás de la cinta amarilla el dantesco escenario.

Otros testigos, que dijeron se encontraban en el interior de unos billares cercanos al lugar del siniestro, refirieron que primero se escucharon balazos, luego de unos minutos escucharon dos “bombazos”.

Las versiones de los testigos diferían en algunos aspectos.

“Cuando iba pasando por aquí, ya iba para mi casa, vi cómo estaban revisando un carro, como un Focus o un Jetta, luego se escucharon unos balazos y como a los cinco minutos explotó; ya después se veía como un maletín dorado en el piso, yo creo ahí es donde estaban las bombas”, dijo un hombre que, al igual que todos los que ofrecieron sus testimonios, pidió su identidad no fuera revelada.

“Como le decía, iba a mi casa y pues, ya no me dejaron pasar (…) yo vivo aquí cerca, ahora estoy esperando a ver qué pasó en mi casa, no sé cómo la voy a encontrar cuando llegue”, mencionó.

Otra mujer que se mostraba preocupada, preguntaba a los reporteros si no sabían qué había ocurrido, ya que su esposo le había marcado por teléfono antes de la explosión y después de los hechos ya no había podido contactarlo.

Imelda no salía de su impresión y todavía respiraba agitadamente.
Y es que minutos antes de que se dieran los hechos, ella en compañía de su hija de 9 años acababa de pasar por el lugar en el que dos policías quedaron sin vida por la explosión que se registró en el cruce de 16 de Septiembre y Bolivia.

“Acababa de dar la vuelta, venía del Centro y me dirigía a mi casa.
Cuando di la vuelta en la Bolivia, caminé y al cruzar la (calle) José Borunda escuché el ruido y el temblor de la explosión”, refirió.

Dijo que casi se moría del susto, tan sólo de pensar que ella pudo ser una de los fallecidos.

Entre tanto, los policías federales sacaban de entre los fierros retorcidos a sus compañeros, uno de ellos ya calcinado por el fuego

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