Culiacán.—
A mediados de febrero de 2012, el Departamento de Justicia de Estados
Unidos abrió una averiguación previa contra Serafín Zambada Ortiz, hijo
de uno de los hombres más buscados por la Oficina Antidrogas de EU
(DEA), a quien acusa de tráfico de drogas.
Serafín cruzaba la frontera como cruzar la sala de su casa, ya que,
como ciudadano estadunidense, tenía la Constitución de su parte.
A diferencia de otros expedientes, en donde se revelan detalles sobre
los cargos que enfrenta un acusado, el documento 13CR3575 sólo señala
que Serafín tiene años introduciendo droga a Estados Unidos, aunque no
precisa por dónde ni su modo de operar. Tampoco revela cómplices.
Esa averiguación previa sería el motivo principal para que una Corte
Federal de California emitiera una orden de arresto en su contra el 27
de septiembre de 2013. Justamente durante esas mismas fechas, la defensa
del medio hermano de éste, Vicente Zambada Niebla, continuaba librando
una batalla encarnizada con fiscales estadounidenses, lo cual había
provocado que el juez Rubén Castillo pospusiera una y otra vez el inicio
del juicio argumentando “lo delicado de las acusaciones”.
Según el Departamento de Justicia, ambos casos son aislados y la
única causa que llevó a la detención de El Sera fue traer ante la
justicia a las personas que estuvieran conspirando contra Estados
Unidos. Fuentes cercanas a la familia, sin embargo, sugieren una cacería
de brujas en contra de los Zambada.
Hasta antes del pasado miércoles por la tarde, Serafín Zambada Ortiz,
de 23 años, cruzaba la frontera con Estados Unidos como cruzar la sala
de su casa. Nada lo detenía, aun cuando fuera hijo de uno de los
narcotraficantes más buscados por la DEA, ya que, como ciudadano
estadounidense, tenía la Constitución de su parte.
Todo cambió la tarde del miércoles 20. Serafín, junto con su esposa
Yamelí Torres, presentaron sus documentos al agente aduanal en la garita
de Concini, y éste, al inspeccionarlos, los mandó a una segunda
revisión, para entonces introducirlos en un cuarto donde los hicieron
esperar “mientras se aclaraba todo”.
“Es un asunto de rutina”, les habría explicado el agente. Hasta
entonces no había por qué preocuparse. Serafín nació el 27 de mayo en la
ciudad de Coronado, perteneciente al condado de San Diego en
California, y tenía todo en regla; no había por qué alarmarse.
Varios minutos después, varios agentes de la DEA irrumpieron en el
cuarto de espera, tomaron a Serafín de los hombros, lo esposaron y le
dijeron que estaba bajo arresto por una serie de cuentas pendientes en
la ciudad de San Diego. A su esposa Yamelí le dijeron que como ella no
tenía cargos, podía irse.
Y ella fue quien informó directamente a la familia de Serafín que éste había sido arrestado.
Golpe bajo para ‘El Mayo’
El arresto se mantuvo en completo sigilo. Ni la DEA ni el
Departamento de Justicia informaron a los medios ni a nadie sobre la
detención del hijo de El Mayo, quien según fuentes cercanas a la familia
Zambada mantenía un bajo perfil. De hecho, ni las autoridades mexicanas
lo tenían boletinado.
Estados Unidos, a su vez, había sellado tanto el expediente como la
orden de arresto que tenía en su contra y todo se mantuvo en completo
hermetismo. Con ese sigilo Serafín fue arrestado. Días después, el
jueves 21, fue presentado ante un juez federal en la ciudad de Tucson,
todo a puertas cerradas.
“Se trató de una audiencia preliminar para explicar al acusado por
qué se le había detenido. Una vez que sea transferido a una Corte del
Distrito Sur de California se le presentarán cargos”, corroboró el
Departamento de Estado.
Lo que llama la atención, sin embargo, es que el arresto se da en
medio de una controversia que viene ocurriendo ya durante un par de
años, y en una Corte federal del Distrito Central de Illinois, donde el
medio hermano de Serafín, Vicente Zambada Niebla, ha señalado una y otra
vez que él actuó con el permiso de agentes de la DEA, quienes le
permitían realizar sus actividades ilícitas a cambio de información
sobre el paradero de los enemigos del Cártel de Sinaloa.
“Ellos nos informaban sobre operativos que nos podían afectar, porque
sugerían que era preferible tratar con un solo cártel en lugar de saber
de varios; su lema era divide y vencerás”, expuso la defensa de Zambada
Niebla durante una audiencia preliminar realizada a mediados de marzo
de 2012.
La detención de El Vicentillo ocurre cinco meses después de que la
Policía Federal (PF) detuviera en San Ángel, en la Ciudad de México, a
Jesús Reynaldo Zambada, luego de que sus enemigos filtraran información
sobre el Cártel de Sinaloa.
Con la detención de El Vicentillo, El Mayo Zambada sufrió un duro
golpe, no sólo a la estructura de su organización, sino emocionalmente,
toda vez que El Vicentillo no sólo era su hijo y compadre, sino el
futuro sucesor de la organización, al grado de que por primera vez El
Mayo Zambada dio la cara, durante una entrevista que concedió al
periodista Julio Scherer.
Pero tras la guerra judicial que declaró El Vicentillo al gobierno de
Estados Unidos, hay quienes sugieren que la detención de Serafín
pudiera estar ligada al proceso de Zambada Niebla, y que más que nada es
un golpe bajo para el cártel de El Mayo.
Historia de una debacle
Cuando elementos de Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano se
distribuyeron alrededor de una casa de seguridad de la colonia
Burócrata, en Culiacán, para arrestar a Alfredo Beltrán Leyva El
Mochomo, entonces uno de los hombres fuertes de Joaquín El Chapo Guzmán e
Ismael El Mayo Zambada, nadie imaginó las consecuencias que esa
detención iba a tener a corto, mediano y largo plazos.
Entonces el gobierno federal festejó con bombo y platillo el arresto,
que según el gobierno de Felipe Calderón, fragmentaba la estructura del
Cártel de Sinaloa.
La realidad detrás de esa afirmación fue que generó en México una
guerra sin precedentes, tanto al interior del cártel como al exterior.
Según el expediente PGR/SIEDO/UEIDCS/0241/2008, tras la detención de
El Mochomo, ocurrida en enero de 2008, Arturo Beltrán Leyva El Barbas
reclamó airadamente a El Mayo Zambada y a El Chapo Guzmán que cómo era
posible que nadie se hubiera dado cuenta de la presencia de los
militares cuando medio Culiacán estaba en la nómina del cártel,
precisamente para informar sobre irregularidades en la ciudad.
El resultado de ese reclamo fue una guerra a muerte entre ambas
fracciones del Cártel de Sinaloa. Esto no sólo ocasionó la muerte de
cientos de personas en enfrentamientos en todo el país. También provocó
que gente de ambos bandos –que tenía relaciones con altos mandos de la
Policía Federal– pasara “pitazos” sobre los sitios donde se encontraba
gente contraria, ya fuera de El Mayo o de El Barbas.
Uno de esos avisos, según consta en el expediente, ocurrió en mayo de
2008, cuando militares recibieron una alerta de que Arturo Beltrán
Leyva estaba en una casa de seguridad del estado de Morelos. Al recibir
la alerta, cientos de agentes se desplazaron hacia el lugar, pero al
ubicar al grupo de El Barbas fueron recibidos a tiros. Dos agentes
federales murieron esa noche –uno de ellos Carlos López, originario de
El Dorado Sinaloa–.
El Barbas habría de responder con “pitazos” también. El más fuerte
sería aquel gracias al cual arrestaron a Jesús El Rey Zambada en la
colonia San Ángel de la Ciudad de México, en octubre de ese mismo año.
Los informes continuarían hasta la muerte de El Barbas, quien
aparentemente también fue entregado, si bien no se precisa quién hizo la
delación.
De hecho, por cada “pitazo” que llegaba a las autoridades, el
informante cobraba una cantidad no especificada de dinero, mientras que
el funcionario que recibía la información colectaba otra cantidad
similar.