martes, 24 de septiembre de 2013

YONARCO,CINCO policías que vendieron su alma (y la del Estado) al crimen organizado, parte 1


Si vale tomar por muestra a cinco policías que participaron de diferente manera, aunque en un mismo tiempo, el del autoritarismo priista, en la entrega del Estado al crimen organizado, se puede entender que la República de las Drogas fue fundada por hombres cercanos a la locura, por sujetos que al mismo tiempo que perseguían sin tregua a la disidencia comunista y prohijaba no sólo el narcotráfico, sino también el secuestro, la extorsión…
En conclusión, al mismo tiempo que los hombres de acero del autoritarismo mexicano cedían porciones a los intereses estadunidenses.
Si se atiende a los criterios teóricos utilizados en todo el mundo para definir las estructuras del crimen organizado, se debe entender que el gobierno mexicano funcionó como un gran Cártel precedente a este momento de 75 mil muertos en menos de siete años y porciones enteras de México entregadas al miedo.
¿Cómo eran aquellos hombres que vendieron su alma por un puñado de dólares? ¿Qué había en su interior que los hacía distintos?
En el conjunto de documentos obtenidos inquietan varios datos, pero vale la pena adelantar uno: a principios de los ochenta, el jefe de la Brigada Especial, el cuerpo más especializado dentro del aparato de inteligencia mexicana no sobrepasaba la educación secundaria y poseía un coeficiente intelectual inferior al promedio. Este es uno de los hombres que tuvo la autoridad para entregar el país al narco.
Todos ellos son una metáfora del sistema político mexicano y se su policía durante los años del monopartidismo: autoritaria, contradictoria, narcisista, iletrada, sociópata, corrupta, cruel, folclórica, tragicómica, bruta y fantasiosa hasta el infinito.
¿Qué tanto sabían las más altas autoridades de la relación entre sus policías y los delincuentes? Esta investigación está basada en el seguimiento que el aparato de espionaje hizo de sus propios policías perseguidores de rojos.
Y el partido político que lo construyó todo está de vuelta en el poder.
El Negro
Existe una ficha descriptiva elaborada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), órgano encargado, primero, de la represión de la disidencia comunista y luego de combatir al narcotráfico.
El memorándum fue elaborado en 1976, año de sucesión presidencial en México y de auge de la Operación Cóndor o Trizo, así llamado por los estadunidenses en alusión al “triángulo de oro” de la amapola y la marihuana en la frontera de Sinaloa, Durango y Chihuahua, es decir, una tri-zone. El operativo fue presentado como un primer gran esfuerzo de colaboración para la erradicación de los sembradíos de enervantes.
El año de 1976 también posee relevancia en términos de que las guerrillas mexicanas aún representaban un tema de primer orden en los criterios de seguridad nacional de ambos países.
Y la ficha de la DFS elaborada en 1976 respecto de Arturo Durazo Moreno dice así:
“Fue primer comandante de la Policía Judicial Federal y jefe de seguridad de la campaña electoral de José López Portillo a la Presidencia de la República. Durante este último cargo fue acusado por tráfico de cocaína ante la Corte del Distrito de Miami, Florida, el 29 de enero de 1976.
“Sin embargo, por influencias del candidato el caso fue cerrado”.
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El Negro nació en Cumpas, Sonora, el 18 de octubre de 1920. De ahí su otro apodo: El Moro de Cumpas, uno que sería de poco conocimiento porque, en realidad, era así como le gustaba ser llamado a Arturo Durazo. Su familia arribó a la Ciudad de México en el intento de dejar la pobreza y se asentó en la colonia Roma. Ahí conoció al hombre de su vida, José López Portillo.
Estudió en la Escuela Superior e Comercio y Administración en el Instituto Politécnico Nacional. Trabajó en el Banco de México de 1944 a 1948, año en que descubrió que su verdadera vocación no era contar dinero ajeno. Obtuvo una plaza de inspector de Tránsito del DF de 1948 a 1950. Pronto, El Negro Durazo comprendió que eso de parar autos conducidos por borrachos no era lo suyo e ingresó a la Dirección Federal de Seguridad, órgano de espionaje político así nombrado por el Presidente Miguel Alemán (1946-1952) en los años de la posguerra mundial y el inicio de la Guerra Fría.
El sonorense quedó asignado al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y es, hace 60 años que Durazo Moreno emprendió, desde su investidura policíaca, la primera organización criminal de la que se tenga registro de este funcionario público representativo de la corrupción mexicana. Se sabe que realizó negocios ilegales porque la Dirección Federal de Seguridad se seguía a sí misma y siguió los pasos del Negro.
Durazo creó una policía privada a la que denominó Promociones Aeronáuticas Gubernamentales y Privadas, encargada de investigaciones, transporte de fondos e intermediario para solucionar “conflictos” entre empresas, áreas y autoridades federales.
Puso al frente del negocio a un capitán del Ejército y utilizó como guardias a los miembros de la misma Policía Judicial Federal a su cargo. Empresarios de la terminal aérea se quejaron de que la empresa del Negro Durazo no era más que un establecimiento de extorsión profesional creado desde la autoridad.
El Negro era duro como una piedra y el ascenso de López Portillo lo arrastró hasta convertirlo en su jefe de escoltas durante su candidatura presidencial. Al asumir la Presidencia, López Portillo designó como Jefe de Gobierno del Departamento del DF a Carlos Hank González, quien designó a Durazo como director general de Policía y Tránsito del Distrito Federal donde creó la Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) y nombró como su titular al temible coronel Francisco Sahagún Baca.
Este último fue integrante de la Brigada Especial o Blanca en el apogeo de sus actividades “antiterroristas”, como se llamó a la persecución de la disidencia política. El órgano, también de acuerdo a documentos de la Federal de Seguridad, tuvo una dirigencia compuesto por altos funcionarios de distintas policías.
Participaban Salomón Tanús, jefe de la Policía Judicial del DF; Francisco Sahagún Baca, jefe del Servicio Secreto, la policía política del DF; Luis de la Barreda Moreno y Miguel Nazar Haro, de la Dirección Federal de Seguridad, y, del Ejército, Francisco Quirós Hermosillo, jefe de la Policía Judicial Militar, y Mario Arturo Acosta Chaparro, jefe de la Brigada Especial.
Ninguno de los funcionarios integrados en esta particular liga de la justicia estuvo exento de recibir dinero del narcotráfico o de beneficiarse de alguna de las formas del crimen organizado.
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Mil novecientos ochenta fue el año de la locura.
Durazo Moreno fue nombrado el funcionario más destacado de 1980 y precandidato a la gubernatura de Sonora, su estado; durante la precampaña inauguró en Cumpas, su pueblo natal, un museo temático de su propia vida.
El jefe de la policía iba y venía por todos lados con un mariachi creado dentro de la policía: policías cantores vestidos de charros con entallado uniforme azul cuya canción más entonada era “El Moro de Cumpas”.
En esos años, el priista –concretamente apoyado por la Confederación Nacional Obrero Patronal– Durazo Moreno extendió sus recursos para la persecución de la Liga Comunista 23 de Septiembre hasta Sonora. Uno de los guerrilleros de este grupo y de ese estado era Jesús Zambrano, hoy presidente del Partido de la Revolución Democrática y, cosas de la política, colaborador cercano del régimen presidencial priista.
¿Qué tan crítica era la prensa respecto a los excesos del Moro de Cumpas? Un fotógrafo de la fuente policíaca de los años de Durazo platica de las reuniones en casas custodiadas por los oficiales.
“Las mesas que no estaban repletas de botellas de coñac lo estaban de cocaína. Había mujeres disponibles, pero no eran prostitutas normales, eran internas de los módulos para mujeres de las cárceles”.
Terminada la fiesta cerca de la mañana, los periodistas en evidente incapacidad de ir por sus propios medios a casa, eran llevados por patrulleros, quienes iban con la consigna de dejar al reportero dentro de su cama. Al mediodía, con la cabeza a punto de estallar, el redactor o fotógrafo revisaba junto a la puerta de su casa y ahí estaba ya la nota redactada o la imagen impresa, invariablemente dedicada al valor y profesionalismo de Durazo.
“En una ocasión me robaron la cámara. Hablé con el secretario particular de Durazo, di los detalles del equipo, el sitio y el auto de donde la sacaron y a las dos horas, en mi casa, se estacionó una patrulla, bajó un policía y me dio la misma cámara en el mismo estuche.
En los medios de comunicación, uno de los pocos y claros detractores suyos fue Manuel Buendía, asesinado años después por otro narco-policía, José Antonio Zorrilla Pérez.
Respecto del control que la policía del DF tenía del robo en la Ciudad de México, el caso más relevante y que está por ser llevado al cine en un trabajo de documentación y esfuerzo fílmico excepcional, fue el de la llamada Cuarta Compañía, en que una banda de ladrones de autos de Gran Marquis, el objeto del deseo de esos años.
También existe un documento formulado el 25 de enero de 1985 por la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, otro cuerpo de inteligencia de la Secretaría de Gobernación. Es muestra de cómo el mantenimiento en el monopolio de un delito por parte del crimen organizado, aunque se exprese como delincuencia común, robo en este caso, implica sistemas de control basados en la violencia. Refiere las órdenes dadas por Rogelio Herrera, un hombre que “se ostentaba” como mayor del Ejército y que fungía como jefe de batallón –figura desaparecida– en la delegación Álvaro Obregón.
Es letra oficial:
“Herrera notificó a un promedio de 700 policías que estuvieran alertas para en caso de represalias por parte de los asaltantes ya que a partir de la fecha todo individuo que cayera en los separos de la DIPD lo iban a matar, según palabras textuales del mencionado oficial y decisiones del ex titular Durazo Moreno, que fueron comunicadas verbalmente a todos los batallones además de haber sido aprovechadas por la desparecida DIPD para cometer múltiples crímenes.
“Se hace notar que tales medidas de Durazo Moreno para desaparecer a asaltantes fueron aceptadas plenamente por el ex Presidente José López Portillo”.
Es decir, serían sujetos de ejecución extrajudicial sólo quienes llegaran a los separos, no los que, en su caso, fuesen simplemente arrestados o ni esto, que robaran al amparo de la policía.
¿Y los cuerpos de los ladrones? Un ex funcionario de la Penitenciaría del Distrito Federal, relata la existencia de separos que funcionaron como salas de tortura y confinamiento tanto de asaltantes que trabajaban sin el permiso de la Policía, como de disidentes políticos, particularmente de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
“No sólo funcionó el Campo Militar Uno ni sólo se arrojaron cuerpos al mar. En la Peni había una fundidora de acero. Seguro que hay comunistas mezclados con el fierro utilizado para las bancas de los parques del DF”.
Pero cuando Durazo estaba en los cuernos de la Luna nadie veía nada.
El Negro Durazo era designado funcionario público del año un día y hombre del año al siguiente. Elevado a doctor honoris causa o emplazado por la Federal de Seguridad a recibir alguna comitiva de policías soviéticos, nombrado alcalde honorario de San Antonio, Texas, condecorado por la ciudad de Los Ángeles, referido por el FBI como muestra del valor policíaco y, para no seguir mucho más con este tema, “el consejo consultivo de la International Narcotic Enforcement Officers Association le otorgó el asiento número 10, entre 75 que componen dicho consejo”, escribió Manuel Buendía.
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Otra ficha respecto a Durazo Moreno ésta elaborada durante la administración de Miguel de la Madrid Hurtado abunda sobre El Moro de Cumpas en los años del remolino de premios y reconocimientos:
“Contacto de Diana Fernández Huesca, conocida traficante en drogas y prostitutas elegantes. Se dijo de él que fue chofer de la señora Dolores Olmedo –filántropa y coleccionista de arte– y que junto con ésta transportaba la droga.
Los primeros ataques en su contra provinieron de la extinta revista DI, dirigida por Arturo Martínez Nateras, disidente del partido Comunista Mexicano, y patrocinada por Fernando Gutiérrez Barrios. Manuel Buendía fue otro de sus detractores impugnadores. Invariablemente respondió a todos estos que le hacían los mandados y que se los pasaba por debajo de las piernas. Soportado, pero jamás aceptado en el ambiente político de su época. Los honores que recibió en el sexenio anterior no fueron por su capacidad, sino por el temor que inspiraba su cercanía con el primer mandatario. En el medio militar causó malestar su designación como general de división”.
En la tarjeta formulario con el historial personal de Durazo, elaborada por los servicios de inteligencia mexicana, se indica en el apartado siete su relación “con factores reales de poder y grupos de poder económico de la iniciativa privada”.
“Se le vincula con Emilio Azcárraga Milmo, Miguel Alemán Velasco y Gastón Azcárraga Tamayo, entre otros”. En sus nexos con escritores, periodistas e intelectuales que lo promovieran políticamente se identificó, como su “amigo personal” a Víctor Payán. En el informe se le calificó como alcohólico, prepotente, agresivo y dado a hacer gala de sus influencias. El formulario de identidad de la DFS era tan detallado que en el rubro de imagen personal se daba espacio a la existencia de amantes. En el caso de Durazo se identificó a Laura Arroyo, ex jefa de edecanes de López Portillo, aunque en otras informaciones confidenciales se menciona como una de sus parejas fuera del matrimonio a la vedette setentera Olga Breeskin.
Durazo y Sahagún Vaca fueron implicados en el asesinato de 14 colombianos que aparecieron en el Río Tula a quienes antes organizaran en una red de delincuentes. El 29 de junio de 1984 fue detenido por agentes del FBI –la misma agencia que le celebrara años atrás– a su arribo de Puerto Rico procedente de Brasil.
Existen, pero son pocos las extradiciones hechas de Estados Unidos a México para la entrega de grandes criminales. Se lee en el reporte de resultados de 1986 presentado por el Procurador General de ese país.
“El año también quedó marcado por la extradición de los Estados Unidos de figuras notorias, incluyendo a Francesco Pazienza, reputado como el mayor artista del fraude y la extorsión que se hacía pasar como un alto miembro del gobierno de Italia. Se entregó a Yugoeslavia a Andrija Artukovic y a Israel a Ivan Demjanjuk, ambos indiciados como nazis criminales de guerra.
“También se otorgó la extradición a México de Arturo Durazo Moreno, ex jefe de la Policía de la Ciudad de México acusado de correr la mayor porción del crimen organizado en su tiempo”, enunció oficialmente la mayor autoridad de administración de Estados Unidos, socio de México en el combate a las drogas.
¿Por qué tardó tanto la entrega de Durazo, más aún si se atiende que había caído en la desgracia, que su protector político estaba defenestrado y que su caso sustanciaba el discurso de la “renovación moral” convocada por el Presidente Miguel de la Madrid?
Un memorándum de la Secretaría de Gobernación fechado el 27 de marzo de 1985, cuando bullía el país y la relación con Estados Unidos por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, apunta que el Partido Mexicano de los Trabajadores preparaba una denuncia penal contra Durazo por su implicación en el tráfico de drogas en vinculación con Sam López, ex Procurador de Justicia de Nayarit. Y Nayarit es, hasta ahora, zona de influencia de los narcos sinaloenses.
El aparato de inteligencia obtuvo con anticipación la demanda y advirtió sobre sus términos:
“Por tal motivo la Procuraduría General de la República no insiste en la extradición de Arturo Durazo Moreno, a quien el FBI tiene sometido a intensos interrogatorios desde hace tres meses donde ha relacionado en el tráfico de drogas a altos funcionarios del actual régimen tales como Antonio Toledo Corro, Miguel Ángel Godínez Bravo –militar de ala dura y jefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de José López Portillo, diputado federal, comandante de regiones militares–, a funcionarios de la Secretaría de la Reforma Agraria, del Ejército y otros.
“De esta manera el gobierno mexicano no puede exigir la extradición del personaje de referencia ni exigir respeto a la soberanía., libertad e independencia de México, pues el actual gobierno ha solapado y protegido a traficantes locales y del exterior”.
Durazo fue procesado y condenado sólo por los delitos de amenazas cumplidas y acopio de armas prohibidas. Se le dictó auto de formal prisión dos años después.
Salió libre en 1992. Murió un día caliente y húmedo de agosto del 2000. Parecía el preámbulo de la muerte del viejo sistema político mexicano. Pero no. Sólo murió El Negro.
Lo despidieron con su música favorita. Entonces se atisbó lo que había a la entrada del infierno: un mariachi de ex policías interpretaba “El Moro de Cumpas”.

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