Si
vale tomar por muestra a cinco policías que participaron de diferente
manera, aunque en un mismo tiempo, el del autoritarismo priista, en la
entrega del Estado al crimen organizado, se puede entender que la
República de las Drogas fue fundada por hombres cercanos a la locura,
por sujetos que al mismo tiempo que perseguían sin tregua a la
disidencia comunista y prohijaba no sólo el narcotráfico, sino también
el secuestro, la extorsión…
En conclusión, al mismo tiempo que los hombres de acero del
autoritarismo mexicano cedían porciones a los intereses estadunidenses.
Si se atiende a los criterios teóricos utilizados en todo el mundo
para definir las estructuras del crimen organizado, se debe entender que
el gobierno mexicano funcionó como un gran Cártel precedente a este
momento de 75 mil muertos en menos de siete años y porciones enteras de
México entregadas al miedo.
¿Cómo eran aquellos hombres que vendieron su alma por un puñado de dólares? ¿Qué había en su interior que los hacía distintos?
En el conjunto de documentos obtenidos inquietan varios datos, pero
vale la pena adelantar uno: a principios de los ochenta, el jefe de la
Brigada Especial, el cuerpo más especializado dentro del aparato de
inteligencia mexicana no sobrepasaba la educación secundaria y poseía un
coeficiente intelectual inferior al promedio. Este es uno de los
hombres que tuvo la autoridad para entregar el país al narco.
Todos ellos son una metáfora del sistema político mexicano y se su
policía durante los años del monopartidismo: autoritaria,
contradictoria, narcisista, iletrada, sociópata, corrupta, cruel,
folclórica, tragicómica, bruta y fantasiosa hasta el infinito.
¿Qué tanto sabían las más altas autoridades de la relación entre sus
policías y los delincuentes? Esta investigación está basada en el
seguimiento que el aparato de espionaje hizo de sus propios policías
perseguidores de rojos.
Y el partido político que lo construyó todo está de vuelta en el poder.
El Negro
Existe una ficha descriptiva elaborada por la Dirección Federal de
Seguridad (DFS), órgano encargado, primero, de la represión de la
disidencia comunista y luego de combatir al narcotráfico.
El memorándum fue elaborado en 1976, año de sucesión presidencial en
México y de auge de la Operación Cóndor o Trizo, así llamado por los
estadunidenses en alusión al “triángulo de oro” de la amapola y la
marihuana en la frontera de Sinaloa, Durango y Chihuahua, es decir, una
tri-zone. El operativo fue presentado como un primer gran esfuerzo de
colaboración para la erradicación de los sembradíos de enervantes.
El año de 1976 también posee relevancia en términos de que las
guerrillas mexicanas aún representaban un tema de primer orden en los
criterios de seguridad nacional de ambos países.
Y la ficha de la DFS elaborada en 1976 respecto de Arturo Durazo Moreno dice así:
“Fue primer comandante de la Policía Judicial Federal y jefe de
seguridad de la campaña electoral de José López Portillo a la
Presidencia de la República. Durante este último cargo fue acusado por
tráfico de cocaína ante la Corte del Distrito de Miami, Florida, el 29
de enero de 1976.
“Sin embargo, por influencias del candidato el caso fue cerrado”.
***
El Negro nació en Cumpas, Sonora, el 18 de octubre de 1920. De ahí su
otro apodo: El Moro de Cumpas, uno que sería de poco conocimiento
porque, en realidad, era así como le gustaba ser llamado a Arturo
Durazo. Su familia arribó a la Ciudad de México en el intento de dejar
la pobreza y se asentó en la colonia Roma. Ahí conoció al hombre de su
vida, José López Portillo.
Estudió en la Escuela Superior e Comercio y Administración en el
Instituto Politécnico Nacional. Trabajó en el Banco de México de 1944 a
1948, año en que descubrió que su verdadera vocación no era contar
dinero ajeno. Obtuvo una plaza de inspector de Tránsito del DF de 1948 a
1950. Pronto, El Negro Durazo comprendió que eso de parar autos
conducidos por borrachos no era lo suyo e ingresó a la Dirección Federal
de Seguridad, órgano de espionaje político así nombrado por el
Presidente Miguel Alemán (1946-1952) en los años de la posguerra mundial
y el inicio de la Guerra Fría.
El sonorense quedó asignado al Aeropuerto Internacional de la Ciudad
de México y es, hace 60 años que Durazo Moreno emprendió, desde su
investidura policíaca, la primera organización criminal de la que se
tenga registro de este funcionario público representativo de la
corrupción mexicana. Se sabe que realizó negocios ilegales porque la
Dirección Federal de Seguridad se seguía a sí misma y siguió los pasos
del Negro.
Durazo creó una policía privada a la que denominó Promociones
Aeronáuticas Gubernamentales y Privadas, encargada de investigaciones,
transporte de fondos e intermediario para solucionar “conflictos” entre
empresas, áreas y autoridades federales.
Puso al frente del negocio a un capitán del Ejército y utilizó como
guardias a los miembros de la misma Policía Judicial Federal a su cargo.
Empresarios de la terminal aérea se quejaron de que la empresa del
Negro Durazo no era más que un establecimiento de extorsión profesional
creado desde la autoridad.
El Negro era duro como una piedra y el ascenso de López Portillo lo
arrastró hasta convertirlo en su jefe de escoltas durante su candidatura
presidencial. Al asumir la Presidencia, López Portillo designó como
Jefe de Gobierno del Departamento del DF a Carlos Hank González, quien
designó a Durazo como director general de Policía y Tránsito del
Distrito Federal donde creó la Dirección de Investigación para la
Prevención de la Delincuencia (DIPD) y nombró como su titular al temible
coronel Francisco Sahagún Baca.
Este último fue integrante de la Brigada Especial o Blanca en el
apogeo de sus actividades “antiterroristas”, como se llamó a la
persecución de la disidencia política. El órgano, también de acuerdo a
documentos de la Federal de Seguridad, tuvo una dirigencia compuesto por
altos funcionarios de distintas policías.
Participaban Salomón Tanús, jefe de la Policía Judicial del DF;
Francisco Sahagún Baca, jefe del Servicio Secreto, la policía política
del DF; Luis de la Barreda Moreno y Miguel Nazar Haro, de la Dirección
Federal de Seguridad, y, del Ejército, Francisco Quirós Hermosillo, jefe
de la Policía Judicial Militar, y Mario Arturo Acosta Chaparro, jefe de
la Brigada Especial.
Ninguno de los funcionarios integrados en esta particular liga de la
justicia estuvo exento de recibir dinero del narcotráfico o de
beneficiarse de alguna de las formas del crimen organizado.
***
Mil novecientos ochenta fue el año de la locura.
Durazo Moreno fue nombrado el funcionario más destacado de 1980 y
precandidato a la gubernatura de Sonora, su estado; durante la
precampaña inauguró en Cumpas, su pueblo natal, un museo temático de su
propia vida.
El jefe de la policía iba y venía por todos lados con un mariachi
creado dentro de la policía: policías cantores vestidos de charros con
entallado uniforme azul cuya canción más entonada era “El Moro de
Cumpas”.
En esos años, el priista –concretamente apoyado por la Confederación
Nacional Obrero Patronal– Durazo Moreno extendió sus recursos para la
persecución de la Liga Comunista 23 de Septiembre hasta Sonora. Uno de
los guerrilleros de este grupo y de ese estado era Jesús Zambrano, hoy
presidente del Partido de la Revolución Democrática y, cosas de la
política, colaborador cercano del régimen presidencial priista.
¿Qué tan crítica era la prensa respecto a los excesos del Moro de
Cumpas? Un fotógrafo de la fuente policíaca de los años de Durazo
platica de las reuniones en casas custodiadas por los oficiales.
“Las mesas que no estaban repletas de botellas de coñac lo estaban de
cocaína. Había mujeres disponibles, pero no eran prostitutas normales,
eran internas de los módulos para mujeres de las cárceles”.
Terminada la fiesta cerca de la mañana, los periodistas en evidente
incapacidad de ir por sus propios medios a casa, eran llevados por
patrulleros, quienes iban con la consigna de dejar al reportero dentro
de su cama. Al mediodía, con la cabeza a punto de estallar, el redactor o
fotógrafo revisaba junto a la puerta de su casa y ahí estaba ya la nota
redactada o la imagen impresa, invariablemente dedicada al valor y
profesionalismo de Durazo.
“En una ocasión me robaron la cámara. Hablé con el secretario
particular de Durazo, di los detalles del equipo, el sitio y el auto de
donde la sacaron y a las dos horas, en mi casa, se estacionó una
patrulla, bajó un policía y me dio la misma cámara en el mismo estuche.
En los medios de comunicación, uno de los pocos y claros detractores
suyos fue Manuel Buendía, asesinado años después por otro narco-policía,
José Antonio Zorrilla Pérez.
Respecto del control que la policía del DF tenía del robo en la
Ciudad de México, el caso más relevante y que está por ser llevado al
cine en un trabajo de documentación y esfuerzo fílmico excepcional, fue
el de la llamada Cuarta Compañía, en que una banda de ladrones de autos
de Gran Marquis, el objeto del deseo de esos años.
También existe un documento formulado el 25 de enero de 1985 por la
Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, otro cuerpo de
inteligencia de la Secretaría de Gobernación. Es muestra de cómo el
mantenimiento en el monopolio de un delito por parte del crimen
organizado, aunque se exprese como delincuencia común, robo en este
caso, implica sistemas de control basados en la violencia. Refiere las
órdenes dadas por Rogelio Herrera, un hombre que “se ostentaba” como
mayor del Ejército y que fungía como jefe de batallón –figura
desaparecida– en la delegación Álvaro Obregón.
Es letra oficial:
“Herrera notificó a un promedio de 700 policías que estuvieran
alertas para en caso de represalias por parte de los asaltantes ya que a
partir de la fecha todo individuo que cayera en los separos de la DIPD
lo iban a matar, según palabras textuales del mencionado oficial y
decisiones del ex titular Durazo Moreno, que fueron comunicadas
verbalmente a todos los batallones además de haber sido aprovechadas por
la desparecida DIPD para cometer múltiples crímenes.
“Se hace notar que tales medidas de Durazo Moreno para desaparecer a
asaltantes fueron aceptadas plenamente por el ex Presidente José López
Portillo”.
Es decir, serían sujetos de ejecución extrajudicial sólo quienes
llegaran a los separos, no los que, en su caso, fuesen simplemente
arrestados o ni esto, que robaran al amparo de la policía.
¿Y los cuerpos de los ladrones? Un ex funcionario de la Penitenciaría
del Distrito Federal, relata la existencia de separos que funcionaron
como salas de tortura y confinamiento tanto de asaltantes que trabajaban
sin el permiso de la Policía, como de disidentes políticos,
particularmente de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
“No sólo funcionó el Campo Militar Uno ni sólo se arrojaron cuerpos
al mar. En la Peni había una fundidora de acero. Seguro que hay
comunistas mezclados con el fierro utilizado para las bancas de los
parques del DF”.
Pero cuando Durazo estaba en los cuernos de la Luna nadie veía nada.
El Negro Durazo era designado funcionario público del año un día y
hombre del año al siguiente. Elevado a doctor honoris causa o emplazado
por la Federal de Seguridad a recibir alguna comitiva de policías
soviéticos, nombrado alcalde honorario de San Antonio, Texas,
condecorado por la ciudad de Los Ángeles, referido por el FBI como
muestra del valor policíaco y, para no seguir mucho más con este tema,
“el consejo consultivo de la International Narcotic Enforcement Officers
Association le otorgó el asiento número 10, entre 75 que componen dicho
consejo”, escribió Manuel Buendía.
***
Otra ficha respecto a Durazo Moreno ésta elaborada durante la
administración de Miguel de la Madrid Hurtado abunda sobre El Moro de
Cumpas en los años del remolino de premios y reconocimientos:
“Contacto de Diana Fernández Huesca, conocida traficante en drogas y
prostitutas elegantes. Se dijo de él que fue chofer de la señora Dolores
Olmedo –filántropa y coleccionista de arte– y que junto con ésta
transportaba la droga.
Los primeros ataques en su contra provinieron de la extinta revista
DI, dirigida por Arturo Martínez Nateras, disidente del partido
Comunista Mexicano, y patrocinada por Fernando Gutiérrez Barrios. Manuel
Buendía fue otro de sus detractores impugnadores. Invariablemente
respondió a todos estos que le hacían los mandados y que se los pasaba
por debajo de las piernas. Soportado, pero jamás aceptado en el ambiente
político de su época. Los honores que recibió en el sexenio anterior no
fueron por su capacidad, sino por el temor que inspiraba su cercanía
con el primer mandatario. En el medio militar causó malestar su
designación como general de división”.
En la tarjeta formulario con el historial personal de Durazo,
elaborada por los servicios de inteligencia mexicana, se indica en el
apartado siete su relación “con factores reales de poder y grupos de
poder económico de la iniciativa privada”.
“Se le vincula con Emilio Azcárraga Milmo, Miguel Alemán Velasco y
Gastón Azcárraga Tamayo, entre otros”. En sus nexos con escritores,
periodistas e intelectuales que lo promovieran políticamente se
identificó, como su “amigo personal” a Víctor Payán. En el informe se le
calificó como alcohólico, prepotente, agresivo y dado a hacer gala de
sus influencias. El formulario de identidad de la DFS era tan detallado
que en el rubro de imagen personal se daba espacio a la existencia de
amantes. En el caso de Durazo se identificó a Laura Arroyo, ex jefa de
edecanes de López Portillo, aunque en otras informaciones confidenciales
se menciona como una de sus parejas fuera del matrimonio a la vedette
setentera Olga Breeskin.
Durazo y Sahagún Vaca fueron implicados en el asesinato de 14
colombianos que aparecieron en el Río Tula a quienes antes organizaran
en una red de delincuentes. El 29 de junio de 1984 fue detenido por
agentes del FBI –la misma agencia que le celebrara años atrás– a su
arribo de Puerto Rico procedente de Brasil.
Existen, pero son pocos las extradiciones hechas de Estados Unidos a
México para la entrega de grandes criminales. Se lee en el reporte de
resultados de 1986 presentado por el Procurador General de ese país.
“El año también quedó marcado por la extradición de los Estados
Unidos de figuras notorias, incluyendo a Francesco Pazienza, reputado
como el mayor artista del fraude y la extorsión que se hacía pasar como
un alto miembro del gobierno de Italia. Se entregó a Yugoeslavia a
Andrija Artukovic y a Israel a Ivan Demjanjuk, ambos indiciados como
nazis criminales de guerra.
“También se otorgó la extradición a México de Arturo Durazo Moreno,
ex jefe de la Policía de la Ciudad de México acusado de correr la mayor
porción del crimen organizado en su tiempo”, enunció oficialmente la
mayor autoridad de administración de Estados Unidos, socio de México en
el combate a las drogas.
¿Por qué tardó tanto la entrega de Durazo, más aún si se atiende que
había caído en la desgracia, que su protector político estaba
defenestrado y que su caso sustanciaba el discurso de la “renovación
moral” convocada por el Presidente Miguel de la Madrid?
Un memorándum de la Secretaría de Gobernación fechado el 27 de marzo
de 1985, cuando bullía el país y la relación con Estados Unidos por el
asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, apunta que el Partido
Mexicano de los Trabajadores preparaba una denuncia penal contra Durazo
por su implicación en el tráfico de drogas en vinculación con Sam López,
ex Procurador de Justicia de Nayarit. Y Nayarit es, hasta ahora, zona
de influencia de los narcos sinaloenses.
El aparato de inteligencia obtuvo con anticipación la demanda y advirtió sobre sus términos:
“Por tal motivo la Procuraduría General de la República no insiste en
la extradición de Arturo Durazo Moreno, a quien el FBI tiene sometido a
intensos interrogatorios desde hace tres meses donde ha relacionado en
el tráfico de drogas a altos funcionarios del actual régimen tales como
Antonio Toledo Corro, Miguel Ángel Godínez Bravo –militar de ala dura y
jefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de José López
Portillo, diputado federal, comandante de regiones militares–, a
funcionarios de la Secretaría de la Reforma Agraria, del Ejército y
otros.
“De esta manera el gobierno mexicano no puede exigir la extradición
del personaje de referencia ni exigir respeto a la soberanía., libertad e
independencia de México, pues el actual gobierno ha solapado y
protegido a traficantes locales y del exterior”.
Durazo fue procesado y condenado sólo por los delitos de amenazas
cumplidas y acopio de armas prohibidas. Se le dictó auto de formal
prisión dos años después.
Salió libre en 1992. Murió un día caliente y húmedo de agosto del
2000. Parecía el preámbulo de la muerte del viejo sistema político
mexicano. Pero no. Sólo murió El Negro.
Lo despidieron con su música favorita. Entonces se atisbó lo que
había a la entrada del infierno: un mariachi de ex policías interpretaba
“El Moro de Cumpas”.