En Chichihualco siguieron los tiroteos a pesar del cerco militar
“Está un poquito complicado allá arriba”, dice un soldado en el primer retén rumbo a la cabecera.
“¿Quieren matarse? Que se vayan al cerro; aquí no; hay niños y se espantan”, clama una mujer.
Chichihualco. “Está un poquito complicado allá arriba”, dijo un militar en el primer retén de soldados y policías en el camino de Chilpancingo a este municipio, donde por tercer día consecutivo hay balaceras producto del choque de bandas delictivas.
El toque de queda empieza a las 6 de la tarde, dos horas antes del horario que dieron los narcos para que la gente cierre las puertas de sus casas. Las clases están suspendidas; los padres de familia no envían a sus hijos a la escuela. La mayoría de las casas y negocios, y hasta la catedral San Miguel Árcangel, están cerrados. Chichihualco, cabecera de Leonardo Bravo, puede ser la estampa de los pueblos fantasma que describe cierta literatura.
Ayer y hoy se han oído disparos entre los cerros, que ya sobrevuela un helicóptero de la Policía Federal (PF), pero el enfrentamiento fue el domingo, de cuyo saldo informaron el lunes los medios de comunicación impresos, sin reporte oficial: un muerto, un herido, y una camioneta abandonada Journey de la marca Dodge, blanca, con varios balazos.
Ocurrió en la colonia Trinchera, justo en la encrucijada que hacen las calles Longinos, Trinchera y Luis Donaldo Colosio. Las mujeres del molino de nixtamal de la Longinos, que hasta hoy abrió con regularidad, dijeron que fue a eso de la 1 de la tarde, que duró más de una hora y que todo ese tiempo estuvieron tiradas en el piso; que desde entonces sus hijos no van a la escuela, ni sus esposos al campo, que hasta hoy medio salieron a hacer a sus actividades porque tienen que buscar de comer.
En la tienda más grande de la Trinchera, que abrió tres horas por la mañana y reabrió hasta las 2 de la tarde, tres mujeres platicaban de lo qué sucedió el domingo y sus repercusiones. Una de ellas comentaba que ese mismo día se rumoraba que los delincuentes dijeron que no querían ver a nadie en la calle a partir de 8 de la noche, ya agregaba que desde la 6 ya no hay nadie.
Otra decía que ayer, a eso de las 4 de la tarde, y esta mañana, la gente de la colonia se encerró al oír balazos que venían de más arriba, de la colonia Cruz Alta, por La Casetita: “antes no había esto, pues, pero el gobierno lo permite”.
Una más vio pasar a una muchacha que, dijo, el día de la balacera les gritó a los delincuentes que pararan, y uno de ellos les contestó que para próxima no sería balazos, sino bombas. “Imáginese qué vamos a hacer si pasa eso”, mencionó la mujer de 55 años que llevaba a su nieta de la mano, que desde el lunes no va a clases a la primaria Lázaro Cárdenas del Río, en el centro, donde estudia primer año.
Después se fue a su casa, que está en una brecha de la colonia, donde hay muchas viviendas de madera y lámina, escenario de lo más crudo de la balacera; en esa brecha quedó el hombre muerto. “Digo yo, ¿quieren matarse?, que se vayan a los bordes del cerro; aquí, no; hay niños y se espantan”.
En la casa cercana a donde quedó el muerto también hubo consecuencias. “Mi nieta se quedó sorda, no oye del oído izquierdo, porque le pasó una bala cerca, y mi nieto el más chiquito se desmayó; del miedo no ha podido hablar”, relató una mujer mayor.
En el mercado municipal de por sí son pocos los comerciantes, sólo los que aceptaron la reubicación del centro de la cabecera, pero hoy casi todos los negocios están cerrados. “No se vendió casi nada, por lo mismo del desmadre”, mencionó un carnicero; su mujer hace las cuentas a menos de una hora de cerrar, 2 de la tarde, y llevan menos de 600 pesos de ventas, de los mil 500 que obtienen regularmente.
Quien atiende la carnicería, en la entrada del mercado, relató cuando, sorprendido o asustado, o temeroso quizá, vio esta mañana a “esos hombres”, como se refiere a los delincuentes, en las camionetas, rondando por el mercado; “y si no hay nadie aquí es por lo mismo”.
“Es un grupo rival que se quiere meter, de allá arriba. Ojalá y ya se queden los militares”, interviene otra persona que estaba en el puesto de carne.
En los límites entre Chilpancingo y Chichihualco, apenas termina la presa Cerrito Rico, hay un retén de militares, marinos y policías estatales, que revisan los vehículos y bajan a quienes van en ellos. A la entrada de ese municipio, donde se lee la bienvenida a la cabecera, fuerzas especiales de policías estatales coordinan otro retén, y cruzando ese lugar, ya en el pueblo, lo mismo hay policías patrullando calles que en helicópteros, y militares o marinos en sus vehículos tipo tanqueta.
“Está un poquito complicado allá arriba”, dice un soldado en el primer retén rumbo a la cabecera.
“¿Quieren matarse? Que se vayan al cerro; aquí no; hay niños y se espantan”, clama una mujer.
Chichihualco. “Está un poquito complicado allá arriba”, dijo un militar en el primer retén de soldados y policías en el camino de Chilpancingo a este municipio, donde por tercer día consecutivo hay balaceras producto del choque de bandas delictivas.
El toque de queda empieza a las 6 de la tarde, dos horas antes del horario que dieron los narcos para que la gente cierre las puertas de sus casas. Las clases están suspendidas; los padres de familia no envían a sus hijos a la escuela. La mayoría de las casas y negocios, y hasta la catedral San Miguel Árcangel, están cerrados. Chichihualco, cabecera de Leonardo Bravo, puede ser la estampa de los pueblos fantasma que describe cierta literatura.
Ayer y hoy se han oído disparos entre los cerros, que ya sobrevuela un helicóptero de la Policía Federal (PF), pero el enfrentamiento fue el domingo, de cuyo saldo informaron el lunes los medios de comunicación impresos, sin reporte oficial: un muerto, un herido, y una camioneta abandonada Journey de la marca Dodge, blanca, con varios balazos.
Ocurrió en la colonia Trinchera, justo en la encrucijada que hacen las calles Longinos, Trinchera y Luis Donaldo Colosio. Las mujeres del molino de nixtamal de la Longinos, que hasta hoy abrió con regularidad, dijeron que fue a eso de la 1 de la tarde, que duró más de una hora y que todo ese tiempo estuvieron tiradas en el piso; que desde entonces sus hijos no van a la escuela, ni sus esposos al campo, que hasta hoy medio salieron a hacer a sus actividades porque tienen que buscar de comer.
En la tienda más grande de la Trinchera, que abrió tres horas por la mañana y reabrió hasta las 2 de la tarde, tres mujeres platicaban de lo qué sucedió el domingo y sus repercusiones. Una de ellas comentaba que ese mismo día se rumoraba que los delincuentes dijeron que no querían ver a nadie en la calle a partir de 8 de la noche, ya agregaba que desde la 6 ya no hay nadie.
Otra decía que ayer, a eso de las 4 de la tarde, y esta mañana, la gente de la colonia se encerró al oír balazos que venían de más arriba, de la colonia Cruz Alta, por La Casetita: “antes no había esto, pues, pero el gobierno lo permite”.
Una más vio pasar a una muchacha que, dijo, el día de la balacera les gritó a los delincuentes que pararan, y uno de ellos les contestó que para próxima no sería balazos, sino bombas. “Imáginese qué vamos a hacer si pasa eso”, mencionó la mujer de 55 años que llevaba a su nieta de la mano, que desde el lunes no va a clases a la primaria Lázaro Cárdenas del Río, en el centro, donde estudia primer año.
Después se fue a su casa, que está en una brecha de la colonia, donde hay muchas viviendas de madera y lámina, escenario de lo más crudo de la balacera; en esa brecha quedó el hombre muerto. “Digo yo, ¿quieren matarse?, que se vayan a los bordes del cerro; aquí, no; hay niños y se espantan”.
En la casa cercana a donde quedó el muerto también hubo consecuencias. “Mi nieta se quedó sorda, no oye del oído izquierdo, porque le pasó una bala cerca, y mi nieto el más chiquito se desmayó; del miedo no ha podido hablar”, relató una mujer mayor.
En el mercado municipal de por sí son pocos los comerciantes, sólo los que aceptaron la reubicación del centro de la cabecera, pero hoy casi todos los negocios están cerrados. “No se vendió casi nada, por lo mismo del desmadre”, mencionó un carnicero; su mujer hace las cuentas a menos de una hora de cerrar, 2 de la tarde, y llevan menos de 600 pesos de ventas, de los mil 500 que obtienen regularmente.
Quien atiende la carnicería, en la entrada del mercado, relató cuando, sorprendido o asustado, o temeroso quizá, vio esta mañana a “esos hombres”, como se refiere a los delincuentes, en las camionetas, rondando por el mercado; “y si no hay nadie aquí es por lo mismo”.
“Es un grupo rival que se quiere meter, de allá arriba. Ojalá y ya se queden los militares”, interviene otra persona que estaba en el puesto de carne.
En los límites entre Chilpancingo y Chichihualco, apenas termina la presa Cerrito Rico, hay un retén de militares, marinos y policías estatales, que revisan los vehículos y bajan a quienes van en ellos. A la entrada de ese municipio, donde se lee la bienvenida a la cabecera, fuerzas especiales de policías estatales coordinan otro retén, y cruzando ese lugar, ya en el pueblo, lo mismo hay policías patrullando calles que en helicópteros, y militares o marinos en sus vehículos tipo tanqueta.
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