En
unas entrevistas, narcotraficantes como La Barbie o El JJ fueron
presentados como enigmáticos antihéroes, no se les presentó como modelos
a seguir pero nunca se les mostró como los delincuentes que son, mucho
menos se les ultrajó o humilló de algún modo, ni a ellos ni a ningún
otro narco se les rapó como lo han hecho con José Manuel Mireles.
En segmentos anteriores ha quedado constancia de la desconfianza que despierta en el autor de estas líneas el que grupos de civiles opten por llevar a cabo una labor elemental del Estado, como lo es procurar seguridad e impartir justicia, pero las acciones del gobierno federal carecen de cualquier justificación, primero por su omisión y luego por su negligencia.
En un primer momento, el Estado dejó en claro su incapacidad para procurar justicia a los habitantes de Michoacán. Vale recordar que las primeras movilizaciones de Cherán hacia la capital michoacana en 2011 eran para solicitar la presencia del Ejército en la región, la respuesta del gobierno perredista en el estado y panista en la Federación fue enviar unos policías y militares que a altas horas de la noche preferían retirarse.
Después de Cherán, la Costa y la Tierra Caliente michoacanas mostraron su hartazgo y decidieron usar sus armas, a los primeros se les reprimió con dureza, a los segundos se les permitió actuar con ciertas limitaciones pero sin claridad en las reglas, una jornada el Ejército los acompañaba en sus escaramuzas y a los pocos días iban determinados a quitarles las armas.
Una noche, los militares iban con la orden de desarmar a los comunitarios en Parácuaro, hubo disparos, murieron por lo menos dos personas, para horas después devolverles las armas sin que medie sanción alguna por las muertes o delitos que se hayan cometido.
Tanto Mireles como Hipólito Mora mostraron posturas críticas ante el gobierno, el segundo –menos carismático– fue detenido acusado de asesinato y unos meses después fue liberado con la propuesta de integrarse a la Fuerza Rural. Ahora es turno de Mireles, que había seguido su postura crítica e incluso se había atrevido, con sobrada ingenuidad, a proponerle un diálogo directo al presidente Peña Nieto.
Las contradicciones no cesan, en una persona pueden ser normales, pero cuando se habla de instituciones y justicia, se exige que haya un mínimo de claridad y certidumbre; no es posible que a las mismas personas un día se les trate como héroes y al siguiente como delincuentes de poca monta, llegando al absurdo de descubrir en sus objetos personales bolsas de mariguana y cocaína.
Si Mireles ha sido en todo momento el delincuente que ahora quieren presentar, vaya que se tardaron en descubrirlo, lo más extraño es que tengan que ser adversarios del gobierno para que lleguen a descubrir la clase de “maleantes” que solían tener por socios.
En plena Guerra Fría sobraron los intentos de asesinar a Fidel Castro. En el colmo de la desesperación, los aparatos de inteligencia estadounidenses plantearon poner químicos en sus habanos para que se le cayera la barba y entonces perdiera su imagen característica, y con ello su presencia ante los cubanos.
Rapar y dejar sin su característico bigote a Mireles es una forma de desmitificarlo y humillarlo, lo que jamás han hecho con narcotraficantes de larga carrera delictiva. Sin embargo, Mireles cuenta con una legitimidad ante gran parte de los mexicanos, de la que no pueden desprenderlo tan fácilmente,
Legitimidad de la que carece el comisionado para Michoacan Alfredo Castillo, el mismo del caso Paulette la cual después de 9 días de no aparecer, la encontraron debajo de la cama de su misma habitacion la cual ya habia sido revisada por la PGJEM dirigida en aquel entonces por el ahora Comisionado de Michoacan Alfredo Castillo. Acaso el influyente Comisionado ya busco debajo de la cama a “la Tuta” o sera que duermen juntos?
En segmentos anteriores ha quedado constancia de la desconfianza que despierta en el autor de estas líneas el que grupos de civiles opten por llevar a cabo una labor elemental del Estado, como lo es procurar seguridad e impartir justicia, pero las acciones del gobierno federal carecen de cualquier justificación, primero por su omisión y luego por su negligencia.
En un primer momento, el Estado dejó en claro su incapacidad para procurar justicia a los habitantes de Michoacán. Vale recordar que las primeras movilizaciones de Cherán hacia la capital michoacana en 2011 eran para solicitar la presencia del Ejército en la región, la respuesta del gobierno perredista en el estado y panista en la Federación fue enviar unos policías y militares que a altas horas de la noche preferían retirarse.
Después de Cherán, la Costa y la Tierra Caliente michoacanas mostraron su hartazgo y decidieron usar sus armas, a los primeros se les reprimió con dureza, a los segundos se les permitió actuar con ciertas limitaciones pero sin claridad en las reglas, una jornada el Ejército los acompañaba en sus escaramuzas y a los pocos días iban determinados a quitarles las armas.
Una noche, los militares iban con la orden de desarmar a los comunitarios en Parácuaro, hubo disparos, murieron por lo menos dos personas, para horas después devolverles las armas sin que medie sanción alguna por las muertes o delitos que se hayan cometido.
Tanto Mireles como Hipólito Mora mostraron posturas críticas ante el gobierno, el segundo –menos carismático– fue detenido acusado de asesinato y unos meses después fue liberado con la propuesta de integrarse a la Fuerza Rural. Ahora es turno de Mireles, que había seguido su postura crítica e incluso se había atrevido, con sobrada ingenuidad, a proponerle un diálogo directo al presidente Peña Nieto.
Las contradicciones no cesan, en una persona pueden ser normales, pero cuando se habla de instituciones y justicia, se exige que haya un mínimo de claridad y certidumbre; no es posible que a las mismas personas un día se les trate como héroes y al siguiente como delincuentes de poca monta, llegando al absurdo de descubrir en sus objetos personales bolsas de mariguana y cocaína.
Si Mireles ha sido en todo momento el delincuente que ahora quieren presentar, vaya que se tardaron en descubrirlo, lo más extraño es que tengan que ser adversarios del gobierno para que lleguen a descubrir la clase de “maleantes” que solían tener por socios.
En plena Guerra Fría sobraron los intentos de asesinar a Fidel Castro. En el colmo de la desesperación, los aparatos de inteligencia estadounidenses plantearon poner químicos en sus habanos para que se le cayera la barba y entonces perdiera su imagen característica, y con ello su presencia ante los cubanos.
Rapar y dejar sin su característico bigote a Mireles es una forma de desmitificarlo y humillarlo, lo que jamás han hecho con narcotraficantes de larga carrera delictiva. Sin embargo, Mireles cuenta con una legitimidad ante gran parte de los mexicanos, de la que no pueden desprenderlo tan fácilmente,
Legitimidad de la que carece el comisionado para Michoacan Alfredo Castillo, el mismo del caso Paulette la cual después de 9 días de no aparecer, la encontraron debajo de la cama de su misma habitacion la cual ya habia sido revisada por la PGJEM dirigida en aquel entonces por el ahora Comisionado de Michoacan Alfredo Castillo. Acaso el influyente Comisionado ya busco debajo de la cama a “la Tuta” o sera que duermen juntos?
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