lunes, 4 de febrero de 2013

yonarco.com-Terrible caso de una madre; su hija fue secuestrada en Oaxaca, descubre red de tráfico de chavitas e intentan matarla en el D.F




México, México. . Margarita López llega a su cita conmigo en un hotel del centro del Distrito Federal, acompañada por el jefe de su escolta. Los dos tienen una cara algo preocupada después de lo que ha pasado menos de una semana antes.
El 18 de enero Margarita fue víctima de una agresión —a las cinco de la tarde— por un grupo de hombres con armas largas en plena zona Centro de la Ciudad de México. Iba entonces acompañada por los dos policías federales que la escoltan y por su hijo. Se dirigían a las oficinas de la hoy Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido), después de haber comido en el Hotel Hilton, cerca de la Alameda.
“De repente se acerca una camioneta Tahoe e intenta rebasarnos. En ella viajaban hombres con armas largas que miraban hacia nuestro coche. Intentaron cortarnos el camino varias veces. Afortunadamente el chofer es un policía federal que supo evitar el choque”. Recuerda los momentos de la persecución con evidente angustia: “Yo me puse a gritar. Tenía mucho miedo porque venía mi hijo en el coche y no se tienen que meter con mi familia”.
Margarita, originaria de Michoacán, es madre de Yahaira Guadalupe Baena López, secuestrada el 13 de abril de 2011 por un comando en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.
El día de su atentado, Margarita se había reunido con un grupo de antropólogas forenses argentinas, expertas en el tema de las desapariciones forzadas. A petición suya, las especialistas vinieron desde su país para tomarle muestras de ADN a ella y a su hijo para luego compararlas con un cuerpo —encontrado meses después de la desaparición de Guadalupe— que la Siedo afirma que es de su hija.
“Yo nunca lo creí” asegura Margarita. “Desde la forma en la que me informaron. Después de meses en los que yo tuve que avocarme a la investigación, pagar informantes hasta en el crimen organizado, gastarme gran parte de mi patrimonio, el 20 de septiembre de 2011 me habló un general de la zona militar de Oaxaca y me dijo que habían encontrado un cuerpo sin cabeza. Que se trataba de mi hija y que fuera a verlo. Yo me sorprendí muchísimo. No esperaba la noticia así y le pregunté si la acababan de asesinar y me dijo que no, que llevaba muerta exactamente el mismo tiempo que mi hija tenía de haber desaparecido. No había cabeza y sin haber hecho ningún estudio ellos afirmaban que era ella. A los tres días me volvieron a hablar porque ya había aparecido la cabeza de quien, según ellos, era mi hija.
“Exigí los estudios de ADN, que habían resultado positivos, pero ante toda la corrupción que ya había encontrado en mi camino, contraté unos médicos para que me ayudaran a hacer estudios de genética para saber si era realmente mi niña, y para que se hicieron de manera independiente. Los resultados resultaron negativos. Por esta razón quise que vinieran las antropólogas forenses argentinas, para hacer una tercera prueba”.
Durante los casi dos años posteriores a la desaparición de Yahaira, Margarita tomó literalmente el lugar de las autoridades. Así lo recuerda: “Me avoqué a la investigación, contraté informantes en el gobierno del estado, en el gobierno Federal, en el Ejército y en la misma delincuencia organizada. Mi hija está casada con un militar de las Fuerzas Especiales. Me esperaba que desde el Ejército llegara alguna ayuda, pero no hicieron nada. Todo me costó mucho dinero. Todo lo que logré investigar me llevó a una red de tráfico de muchachitas en el estado de Oaxaca. Encontré un lugar donde había más de 100 chicas entre 13 y 21 años de edad. El Ejército nunca me quiso ayudar a rescatarlas. Yo no confiaba en el gobierno del estado porque sabía que está involucrado con la delincuencia organizada. Yo, al saber ya más de lo que tenía que saber, sufrí un atentado ahí en Oaxaca, tuve que salir de ahí encajuelada y directo al aeropuerto, y de ahí, hace algunos meses, hasta la Ciudad de México. Y ahora nos amedrentan aquí”.
En el mes de noviembre de 2012, Margarita, junto con otra mamá de un joven desaparecido y una abogada que las apoyó, estuvo acampada en huelga de hambre durante una semana frente a la Secretaría de Gobernación, para exigir justicia y para que el entonces secretario, Alejandro Poiré, escuchara sus demandas. Al cumplir una semana en condiciones físicas muy deplorables, al final fueron atendidas por Poiré, quien se comprometió a ayudarlas en la búsqueda de sus hijos, pero con el cambio de gobierno Federal el proceso volvió a cero. “Es como si no hubiera pasado nada, volvimos al principio”, dice indignada.
Para mantener sus pesquisas, Margarita tuvo que vender una casa y maquinaria de su empresa de construcción. Dejó de trabajar para encarar una investigación que cada día involucraba un número siempre creciente de policías estatales, ministerios públicos, funcionarios de todo tipo.
“No es por nada que me quieren dañar o callar. Sé muchas cosas, conozco mucha gente que está involucrada. La autoridad es la única que tiene interés en callarme. Hasta hubo alguien que me acusó de haber inventado el asalto de la semana pasada. Mis escoltas, que son policías federales, están muy enojados, porque entonces ellos también lo inventaron. Yo he señalado a muchas personas desde un principio. He señalado desde policías municipales y policías estatales. Prueba de ello es que ahora hay dos personas arraigadas y finalmente consignadas. Uno era comandante de la Policía Ministerial y el otro era agente en el grupo antisecuestros del estado de Oaxaca, ése era quien se encargaba de la negociación que hacían las víctimas con los delincuentes. Precisamente él está señalado por otras personas como uno de los que entraron a sacar a mi hija de su casa. Y el comandante de la Policía Ministerial, Onorio Abel Lara, está señalado como la persona que “puso” a mi hija, como se dice vulgarmente. Dijo que mi hija era michoacana y que ella metería a La Familia Michoacana a tomar la plaza de Oaxaca”.
Margarita me enseña las fotos de la boda de su hija, guardadas en una carpeta blanca. Según lo que cuenta, Yahaira y su esposo habían apenas llegado a Oaxaca procedentes de Michoacán, de donde son originarios.
En las investigaciones que llevó a cabo Margarita descubrió que la probable razón de la desaparición de su hija se tiene que buscar en una mentira inicial.
“Se difundió la voz de que mi hija pertenecía a La Familia Michoacana y que venía a quitarle la plaza del tráfico de migrantes y de mujeres, aquí en Oaxaca, a los grupos del crimen operantes en el estado. Es por esto que se la llevaron. Todo lo demás fue para encubrir el primer error”.
Hace cuatro meses Margarita logró entrevistarse en la cárcel con unos delincuentes que están detenidos por otros delitos y que una de sus fuentes relacionó con el caso de Yahaira. “Me presenté fingiendo ser otra persona, ellos me dijeron que habían “levantado” a mi hija, la habían sacado de su casa, que ellos la habían torturado durante 10 días, la habían violado, la habían llevado al lugar donde Yahaira iba a ser sepultada y ahí la habían decapitado viva. No puedo describir el dolor de escuchar esas cosas sin siquiera estar cierta de que fuera la verdad”.
Un Ministerio Público de la Seido los había detenido por otro delito. Curiosamente, él llevaba también el caso de la desaparición de Yahaira. Había detenido a estas personas desde hacía un año y medio pero nunca había avisado de su relación con el caso de su hija.
“No sé qué pensar. Hay muchos elementos que no cuadran en sus declaraciones. Creo que es posible que sea una historia inventada. Este es nuestro estado de Derecho en México. Es lo que vivimos todos los días las madres en este país. A esto nos tenemos que enfrentar todos los días. Lo más normal para la madre de un desaparecido es que llegue ante el Ministerio Público y le digan simplemente ‘váyase a su casa y deje las cosas como están’. No podemos continuar de esta manera. Hay miles de madres que no se atreven a denunciar. Hay miles de madres que no se atreven a alzar la voz. Todas las mamás que buscamos a nuestros hijos hacemos la función de policías, hacemos la función de ministerios públicos. Nos metemos a los lugares que jamás nadie se puede imaginar. El ir a identificar a un cuerpo de un lado a otro, cuerpos desmembrados, cuerpos en estado de descomposición, lo tenemos que hacer nosotras. Entrar a los Semefos en cualquier estado y ver los cuerpos apilados uno en cima de otro, con un olor nauseabundo, y nosotras a buscar entre los cuerpos a ver si está nuestra criatura o no. A este grado tenemos que llegar. Por eso tenemos también que buscar en otros países el apoyo que aquí no tenemos”.
Los resultados de las pruebas de ADN podrían poner una palabra definitiva sobre la identidad del cuerpo que la Seido afirma es el de Yahaira, y también sobre su paradero. Al mismo tiempo, representan una amenaza para todos los funcionarios públicos involucrados en la desaparición forzada de la joven. El cansancio extremo de Margarita se ve en cada uno de sus movimientos. El miedo que vive constantemente por ser un blanco de personas o fuerzas que podrían ser el mismo Estado.
“El nuevo presidente tiene la oportunidad de cambiar las cosas. Pero al parecer tiene la misma actitud del anterior gobierno. A la semana de que nos juntamos con él para la Ley de Víctimas, casi me matan en pleno día, en el mero centro del DF. No me parece un gran cambio.
“¿Con quién tenemos que hablar para que nos escuchen? ¿Con el crimen organizado? ¿El Estado ya no cuenta nada? Es una vergüenza que las madres y los padres que levantamos la voz para exigir justicia estemos expuestos al riesgo de que seamos acribillados en la calle. Tenemos compañeros que han sido desaparecidos, asesinados, porque aquí en México no tenemos derecho ni siquiera a levantar la voz y a pedir justicia. Nosotros somos las víctimas y tenemos que hacer una huelga de hambre para que alguien nos escuche. Lamentablemente, vuelvo a repetir, ya no sólo tenemos que cuidarnos de la delincuencia organizada, tenemos que cuidarnos también del mismo gobierno, que siempre, de una u de otra manera, busca cómo callarnos”.
 
 
 
 
 
 
 

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