Estaba rodeado de la crema y nata de la sociedad tapatía. Vivía en medio del glamour, entre vecinos que seguramente aparecían en las portadas de las revistas de sociales de Guadalajara.
El capo Ignacio ‘Nacho' Coronel, quien fuera abatido por elementos del Ejército ayer durante un fuerte operativo para capturarlo, se refugiaba en dos residencias utilizadas como casas de seguridad en la colonia Colinas de San Javier, en los límites de los municipios de Zapopan y Guadalajara.
Ahí manejaba un bajo perfil. Lejos de lo ostentoso que rodeaba a los capos de los años 80, Coronel Villarreal se hacía sólo acompañar de Irán Francisco Quiñónez Gastelum, su jefe de seguridad, para no llamar la atención de los vecinos de la zona residencial.
Como secreto a voces, los vecinos del fraccionamiento habían escuchado que en esa zona habitaba el peligroso capo, y es que la mayoría de los de ese nivel se refugian en las zonas más exclusivas. Incluso, circula la versión de que cada viernes en su 'guarida' de lujo se llevaban a cabo grandes fiestas que se prolongaban hasta el amanecer.
El tránsito de automóviles de lujo era normal en la residencia, dicen. Sin embargo, el uso de vehículos blindados y escoltas difícilmente habría desentonado con el panorama del lugar, pues Colinas de San Javier es una de las zonas más adineradas de la ciudad.
En su mayoría, las casas en este fraccionamiento residencial cuentan con más de cuatro recámaras; muchas otras cuentan con un sinnúmero de lujos en su interior, como salones de juego, jacuzzis, saunas y salas de masaje. Las albercas no son algo raro en las mansiones de la colonia.
Es por ello que los costos de muchas de ellas llegan hasta los 40 millones de pesos, pero la mayoría de las ofertas inmobiliarias oscilan alrededor de los 10 millones.
Al interior del lujoso fraccionamiento los vecinos cuentan con un deportivo equipado con canchas de tenis, de futbol, pista olímpica para atletismo, canchas de básquetbol, voleibol, así como paredes para practicar frontón y jai alai. No podía faltar un campo de golf en los alrededores.
Reportes previos de las autoridades antidrogas de Estados Unidos aseguran que el capo cuenta con casas de seguridad en Jalisco y Yucatán, pero su sitio predilecto estaba al sur de Durango, en un pequeño poblado llamado El Molino, el cual se localiza entre las comunidades serranas de Guatimapé y Canatlán.
Ahí, aseguran, se movía bajo las identidades de Arturo Urrutia Valdés ó el licenciado Ignacio Valdés Urrutia, pero con el nombre de Dagoberto Rodríguez Jiménez el gobierno estadounidense sospecha que fue el autor de varias transacciones financieras detectadas en Colombia.
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