Michoacán.-
Tumbiscatío, el pueblo del máximo líder de Los caballeros templarios,
se está transformando. Servando Gómez, La Tuta, ya no vive aquí. Ya no
visita el palenque, ya no le besan la mano en la plaza principal, ya no
regala dinero en la vía pública. Poco a poco deja de ser su territorio,
porque el Ejército y la Policía Federal lo están acorralando.
La era en la que La Tuta daba discursos en el quiosco central se terminó. Los templarios no circulan más en sus camionetas. Ahora lo que se impone son los patrullajes de soldados y policías.
“Tumbiscatío siempre fue una comunidad relativamente tranquila. Algunos de los líderes del narcotráfico vivían aquí, por eso era una de las zonas más protegidas por el crimen organizado en Michoacán”, narró Gilberto Guevara García, sacerdote de la iglesia principal.
El municipio tiene alrededor de de 7 mil 800 pobladores. Aunque la mayoría vive en la cabecera municipal, muchos habitan en las rancherías enclavadas en la sierra, donde, según las autodefensas, se esconde el máximo líder templario.
“Los habitantes veíamos caminar por aquí a Servando Gómez. Así fue durante mucho tiempo. Lo curioso es que todos lo observábamos y las autoridades no. Durante años caminó libremente por aquí”, recordó el padre Gilberto.
En Tumbiscatío no están acostumbrados a los medios de comunicación. Algunos se sorprenden al ver a un camarógrafo. Otros se molestan porque aseguran que “los reporteros nunca llegaron cuando más los necesitaba el pueblo”, pero todos se rehúsan a dar entrevistas porque temen “por su seguridad”.
“El municipio es el ojo del huracán. Yo percibo que las personas están nerviosas por lo que ha ocurrido durante las últimas semanas.
Sin duda son tiempos nuevos y no sabemos cómo va a evolucionar todo el conflicto con las llamadas autodefensas”, reflexionó el párroco.
“El viernes, decenas de hombres armados vestidos de blanco entraron al pueblo y eso nos genera mucha incertidumbre, no sabemos qué va a pasar”, dijo un habitante que pidió el anonimato.
En Tumbiscatío no solo se generó un sistema de seguridad alterno controlado por los templarios, también se crearon algunos mitos sobre La Tuta, entre los que destaca el supuesto amor del pueblo a El Profe.
“Es un mito que difundieron algunos medios de comunicación, pero yo no sé hasta qué punto se pueda distinguir entre ‘querer’ y ‘temer’. Lo único cierto es que la gente tenía muy claro de lo que era capaz el capo”, señaló el sacerdote.
Las labores de vigilancia en el municipio ya no está a cargo de los sicarios de Servando Gómez, ahora los que supervisan quién entra y quién sale de la cabecera municipal son los elementos de la Policía Federal, quienes instalaron retenes en las carretera.
El viernes apareció otro elemento inimaginable durante los llamados “tiempos de La Tuta: un grupo de 50 hombres creó su grupo de autodefensa e instaló barricadas en las entradas y salidas al pueblo.
La transformación de una de las plazas más simbólicas del crimen organizado en Michoacán es evidente. Adentro de la cabecera municipal ya no ven a El Profe y afuera, en las montañas, lo busca un grupo especial de soldados y policías federales, quienes han sido informados de que se esconde en una de sus guaridas en la sierra de Tumbiscatío o Arteaga.
La era en la que La Tuta daba discursos en el quiosco central se terminó. Los templarios no circulan más en sus camionetas. Ahora lo que se impone son los patrullajes de soldados y policías.
“Tumbiscatío siempre fue una comunidad relativamente tranquila. Algunos de los líderes del narcotráfico vivían aquí, por eso era una de las zonas más protegidas por el crimen organizado en Michoacán”, narró Gilberto Guevara García, sacerdote de la iglesia principal.
El municipio tiene alrededor de de 7 mil 800 pobladores. Aunque la mayoría vive en la cabecera municipal, muchos habitan en las rancherías enclavadas en la sierra, donde, según las autodefensas, se esconde el máximo líder templario.
“Los habitantes veíamos caminar por aquí a Servando Gómez. Así fue durante mucho tiempo. Lo curioso es que todos lo observábamos y las autoridades no. Durante años caminó libremente por aquí”, recordó el padre Gilberto.
En Tumbiscatío no están acostumbrados a los medios de comunicación. Algunos se sorprenden al ver a un camarógrafo. Otros se molestan porque aseguran que “los reporteros nunca llegaron cuando más los necesitaba el pueblo”, pero todos se rehúsan a dar entrevistas porque temen “por su seguridad”.
“El municipio es el ojo del huracán. Yo percibo que las personas están nerviosas por lo que ha ocurrido durante las últimas semanas.
Sin duda son tiempos nuevos y no sabemos cómo va a evolucionar todo el conflicto con las llamadas autodefensas”, reflexionó el párroco.
“El viernes, decenas de hombres armados vestidos de blanco entraron al pueblo y eso nos genera mucha incertidumbre, no sabemos qué va a pasar”, dijo un habitante que pidió el anonimato.
En Tumbiscatío no solo se generó un sistema de seguridad alterno controlado por los templarios, también se crearon algunos mitos sobre La Tuta, entre los que destaca el supuesto amor del pueblo a El Profe.
“Es un mito que difundieron algunos medios de comunicación, pero yo no sé hasta qué punto se pueda distinguir entre ‘querer’ y ‘temer’. Lo único cierto es que la gente tenía muy claro de lo que era capaz el capo”, señaló el sacerdote.
Las labores de vigilancia en el municipio ya no está a cargo de los sicarios de Servando Gómez, ahora los que supervisan quién entra y quién sale de la cabecera municipal son los elementos de la Policía Federal, quienes instalaron retenes en las carretera.
El viernes apareció otro elemento inimaginable durante los llamados “tiempos de La Tuta: un grupo de 50 hombres creó su grupo de autodefensa e instaló barricadas en las entradas y salidas al pueblo.
La transformación de una de las plazas más simbólicas del crimen organizado en Michoacán es evidente. Adentro de la cabecera municipal ya no ven a El Profe y afuera, en las montañas, lo busca un grupo especial de soldados y policías federales, quienes han sido informados de que se esconde en una de sus guaridas en la sierra de Tumbiscatío o Arteaga.
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